"No era un viaje normal por carretera…Miami, Nueva Orleans, Kansas City, Omaha, Chicago, Cleveland. Un hombre, una mujer, un coche y una cámara fotográfica. Él secuestra, mata y después fotografía a sus víctimas. Ella escribe sobre lo ocurrido y se asegura de que ha plasmado correctamente la historia, porque sabe que él lo revisa todo.La detective Mercedes Barren tiene motivos para perseguirlo: su sobrina fue una víctima. Y también el psiquiatra Martin Jeffers, especialista en delitos sexuales. Una odisea. Una expedición. Una pesadilla que se adentra en el día siguiente… con Retrato en sangre."
Todas las novelas de John Katzenbach comparten el mismo defecto: una propensión desmesurada a rellenar con paja mental aproximadamente unas 200 páginas de media en cada novela, con lo que teniendo en cuenta que suelen constar más o menos de 500 páginas (512, en caso de "Retrato en sangre") casi podemos hablar de la mitad de una obra. Es una lástima, porque Katzenbach sabe construir personajes de gran calado y tramas interesantes, pero sus virtudes se pierden entre sus laberínticas introspecciones, provocando una lectura en ocasiones algo pesada.
"Retrato en sangre" prosigue con esta tónica irregular. La historia comienza con el hallazgo de un cadáver, una joven violada y estrangulada -hay que agradecer que el autor no se regodee en los detalles sórdidos- que resulta ser una más de una larga serie. La diferencia con las demás reside en que esa muchacha es la sobrina de una detective de policía, Mercedes Barren, que, a pesar de que las evidencias señalan a un culpable, decide hacerle caso a su instinto y comenzar una búsqueda del verdadero asesino en solitario, al margen de su departamento y con un solo objetivo en mente: venganza.
Paralelamente, un hombre llamado Douglas Jeffers decide emprender un largo viaje, "un viaje sentimental", tal y como le confía a su hermano psiquiatra. Con la presentación del personaje, sabremos desde el principio la identidad de la némesis particular de la detective Barren, un despiadado asesino en serie que ha consagrado su vida a perfeccionar el arte de la muerte en todas sus variantes posibles. Jeffers, que padece lo que sería el equivalente psicótico de una crisis de mediana edad, decide que ha llegado el momento de tener un cronista que documente su viaje. Y es entonces cuando secuestra a una estudiante universitaria, Anne Hampton, para que se dedique a tan provechosa tarea.
A partir de entonces, la novela se convierte en un juego de búsqueda y captura entre los cuatro personajes: Mercedes Barren, el doctor Jeffers, Douglas Jeffers y Anne Hampton. Es tal el vigor con el que están dibujados estos personajes que todos los demás secundarios son prácticamente anecdóticos y de hecho, la historia está más centrada en los lazos que les unen que en la aventura criminal en sí. Por un lado, el antagonismo entre la detective y el hermano del asesino, que emprenden la búsqueda juntos, cada uno por diversas razones; por otro, el terrorífico tira y afloja entre Jeffers y la joven secuestrada, que se ve obligada a someterse a un aprendizaje a marchas forzadas. La novela se desliza impecablemente por las anchas carreteras por las que circulan sus personajes, pero tropieza cuando somete al lector a la verborrea autoanalítica del asesino, los autofustigamientos de la detective Barren, la extensa culpabilidad del doctor Jeffers. El ritmo va mejorando durante las sesiones de terapia del psiquiatra con sus pacientes, todos ellos asesinos y violadores; es durante esos momentos cuando se desvelan las claves que hacen de la novela una lectura recomendable.
jueves, 20 de septiembre de 2007
Retrato en sangre - John Katzenbach
martes, 4 de septiembre de 2007
Reglas de la novela policíaca - S.S. Van Dine
- a) Determinar la identidad del culpable comparando la colilla dejada en el lugar del crimen con la marca fumada por un sospechoso.
- b) La falsa sesión espiritista para asustar al culpable y forzar su confesión.
- c) Falsas huellas dactilares.
- d) La coartada de la figura simulada.
- e) El perro que no ladra y con ello revela el hecho de que el asesino es familiar.
- f) La acusación final contra un gemelo o un pariente que se parece exactamente a la persona sospechosa, pero inocente.
- g) La jeringa hipodérmica con droga somnífera.
- h) El crimen en una habitación cerrada por dentro.
- i) El test de asociación de palabras para descubrir al culpable.
- j) La carta en clave que es desentrañada por el detective.
S.S. Van Dyne - Septiembre de 1928
lunes, 3 de septiembre de 2007
El coleccionista de huesos - Jeffery Deaver
Como no puede desempeñarse por sí mismo, Rhyme utiliza la ayuda de una atractiva oficial de policía, Amelia Sachs, -también acosada por sus propios demonios personales- que se encargará de recoger pruebas en los escenarios del crimen, siendo estas escenas las más interesantes de la novela.
A partir de ahí, Deaver desarrolla una trepidante historia de las que no dejan respiro hasta el interesante final y que una vez más demuestra la maestría con la que el autor desarrolla las escenas de acción y persecución, 100% cinematográficas, sin dejar de lado otras secuencias mucho más introspectivas en las que Rhyme se debate entre el deseo de morir, provocado por su situación y el de vivir, estimulado por la propia investigación que está llevando a cabo. Hacia la última parte de la novela, esta contraposición cobrará una especial importancia al estar íntimamente relacionada con el caso.
Una historia de Jeffery Deaver siempre garantiza un rato muy entretenido y "El coleccionista de huesos" no defrauda en ese sentido. Quizás donde más flojea el autor es en la reiteración de situaciones, no sólo a lo largo de varias de sus obras sino también dentro de las mismas novelas. También chirría a veces el personaje de Amelia Sachs, una "impresionante pelirroja", ex-modelo de ropa interior, experta en armas de fuego y coches veloces; en resumen, parece un estereotipo de la revista FHM. En otros tramos de la novela también se nos desvela como una mujer más compleja de lo que parece a simple vista, pero sospecho que recursos como los que endosarle una artritis o manías autodestructivas no son más que un intento del escritor para rectificar la imagen casi de heroína de cómic que presenta al inicio.
Flojea Deaver asimismo en los diálogos, que no son malos, sino irregulares y aunque "El coleccionista de huesos" detenta un loable trabajo de documentación, a veces el afán de Deaver por explicar todo lo que ha estudiado sobre un tema lastra la acción de forma innecesaria e incluso resulta irritante.
Para terminar, me gustaría indicar la importante presencia de los secundarios que acompañarán a Rhyme y Sachs durante toda la serie hasta "La carta nº 12", última novela publicada: sobre todo el sufrido Thom, enfermero del criminalista; los detectives Lon Sellitto y Fred Dellray y también algunos personajes relacionados con una novela en concreto que reaparecen más tarde, a modo de cameo.