jueves, 20 de septiembre de 2007

Retrato en sangre - John Katzenbach

"No era un viaje normal por carretera…Miami, Nueva Orleans, Kansas City, Omaha, Chicago, Cleveland. Un hombre, una mujer, un coche y una cámara fotográfica. Él secuestra, mata y después fotografía a sus víctimas. Ella escribe sobre lo ocurrido y se asegura de que ha plasmado correctamente la historia, porque sabe que él lo revisa todo.La detective Mercedes Barren tiene motivos para perseguirlo: su sobrina fue una víctima. Y también el psiquiatra Martin Jeffers, especialista en delitos sexuales. Una odisea. Una expedición. Una pesadilla que se adentra en el día siguiente… con Retrato en sangre."

Todas las novelas de John Katzenbach comparten el mismo defecto: una propensión desmesurada a rellenar con paja mental aproximadamente unas 200 páginas de media en cada novela, con lo que teniendo en cuenta que suelen constar más o menos de 500 páginas (512, en caso de "Retrato en sangre") casi podemos hablar de la mitad de una obra. Es una lástima, porque Katzenbach sabe construir personajes de gran calado y tramas interesantes, pero sus virtudes se pierden entre sus laberínticas introspecciones, provocando una lectura en ocasiones algo pesada.
"Retrato en sangre" prosigue con esta tónica irregular. La historia comienza con el hallazgo de un cadáver, una joven violada y estrangulada -hay que agradecer que el autor no se regodee en los detalles sórdidos- que resulta ser una más de una larga serie. La diferencia con las demás reside en que esa muchacha es la sobrina de una detective de policía, Mercedes Barren, que, a pesar de que las evidencias señalan a un culpable, decide hacerle caso a su instinto y comenzar una búsqueda del verdadero asesino en solitario, al margen de su departamento y con un solo objetivo en mente: venganza.
Paralelamente, un hombre llamado Douglas Jeffers decide emprender un largo viaje, "un viaje sentimental", tal y como le confía a su hermano psiquiatra. Con la presentación del personaje, sabremos desde el principio la identidad de la némesis particular de la detective Barren, un despiadado asesino en serie que ha consagrado su vida a perfeccionar el arte de la muerte en todas sus variantes posibles. Jeffers, que padece lo que sería el equivalente psicótico de una crisis de mediana edad, decide que ha llegado el momento de tener un cronista que documente su viaje. Y es entonces cuando secuestra a una estudiante universitaria, Anne Hampton, para que se dedique a tan provechosa tarea.
A partir de entonces, la novela se convierte en un juego de búsqueda y captura entre los cuatro personajes: Mercedes Barren, el doctor Jeffers, Douglas Jeffers y Anne Hampton. Es tal el vigor con el que están dibujados estos personajes que todos los demás secundarios son prácticamente anecdóticos y de hecho, la historia está más centrada en los lazos que les unen que en la aventura criminal en sí. Por un lado, el antagonismo entre la detective y el hermano del asesino, que emprenden la búsqueda juntos, cada uno por diversas razones; por otro, el terrorífico tira y afloja entre Jeffers y la joven secuestrada, que se ve obligada a someterse a un aprendizaje a marchas forzadas. La novela se desliza impecablemente por las anchas carreteras por las que circulan sus personajes, pero tropieza cuando somete al lector a la verborrea autoanalítica del asesino, los autofustigamientos de la detective Barren, la extensa culpabilidad del doctor Jeffers. El ritmo va mejorando durante las sesiones de terapia del psiquiatra con sus pacientes, todos ellos asesinos y violadores; es durante esos momentos cuando se desvelan las claves que hacen de la novela una lectura recomendable.

DATOS DEL LIBRO
TÍTULO: "RETRATO EN SANGRE"
AUTOR: JOHN KATZENBACH
EDITORIAL: EDICIONES B
AÑO: 2006
PUNTUACIÓN*** (TRES DISPAROS)

martes, 4 de septiembre de 2007

Reglas de la novela policíaca - S.S. Van Dine

"El relato policiaco es una especie de juego intelectual Es más, llega a ser un acontecimiento deportivo. Y para escribir historias policíacas hay unas leyes muy definidas, quizá no escritas, pero obligatorias; y cualquier maquinador de misterios literarios que se precie trabaja sobre esta base. Lo que aquí sigue es una especie de credo, basado en parte en la práctica de todos los grandes escritores de historias policíacas, y en parte en los impulsos de la honrada conciencia del autor. A saber:
1. El lector ha de tener iguales oportunidades que el detective para resolver el misterio. Todas las pistas deben ser completamente mostradas y descritas.
2. No se debe hacer caer al lector en ninguna trampa o despiste que no sean los legítimamente puestos por el criminal al propio detective.
3. No debe haber intriga amorosa. El asunto es llevar al criminal a manos de la justicia, no llevar a una enamorada pareja al altar del himeneo.
4. Ni el detective, ni ninguno de los investigadores oficiales, podrá nunca revelarse como culpable. Es una truculencia de mal gusto, como ofrecerle a alguien un penique brillante a cambio de una moneda de oro de cinco dólares. Es una pretenciosidad falsa.
5. El culpable debe ser determinado por deducción lógica, no por accidente, coincidencia, o confesión sin motivos. Resolver un problema criminal de esta manera es como llevar al lector de caza y, después de una fatigosa marcha, decirle que tenías la pieza que buscaba todo el rato en tu manga. Un autor así no es mejor que un prestidigitador aficionado.
6. La novela policíaca debe tener un detective, y un detective no es un detective hasta que detecta algo. Su función es reunir pistas que deben conducir hasta la persona que hizo el trabajo sucio en el primer capítulo; y si el detective no llega a su conclusión a través de un análisis de estas pistas, no habrá resuelto su problema mejor que el escolar que saca su respuesta sin demostrar el desarrollo aritmético.
7. En una novela policíaca tiene que haber un cadáver, y cuanto más muerto esté el cadáver, mejor. Ningún delito menor que el asesinato será suficiente. Trescientas páginas son demasiadas para cualquier otro delito que no sea un asesinato. Después de todo, el tiempo del lector y el gasto de energía deben ser recompensados.
8. El problema del crimen debe ser resuelto con medios estrictamente racionales. Métodos para conocer la verdad como cábalas, lectura del pensamiento, sesiones espiritistas, bolas de cristal y cosas por el estilo, están prohibidos. El lector tiene una oportunidad cuando confronta su ingenio con el de un detective racionalista, pero si debe competir con el mundo de los espíritus y hacer persecuciones por la cuarta dimensión o las metafísicas, está derrotado ab initio.
9. No debe haber más que un detective, esto es, un protagonista de la deducción, un deus ex machina. Juntar las mentes de tres o cuatro, o a veces una banda de detectives, para resolver un problema» no es sólo dispersar el interés y romper el rastro directo de la lógica, sino adquirir una ventaja nada limpia sobre el lector. Si hay más de un detective, el lector no sabe quién es su conductor. Es como hacer al lector correr una carrera contra un equipo de relevos.
10. El culpable debe ser una persona que ha formado parte más o menos importante de la historia, esto es, una persona con la que el lector está familiarizado y en la que encuentra un interés.
11. Un sirviente no debe ser escogido por el autor como culpable. Es una solución demasiado fácil. El culpable debe ser decididamente una persona de importancia, alguien que normalmente no caería bajo sospecha.
12. Debe haber un solo culpable, sin importar el número de crímenes que se cometan. El culpable puede, por supuesto, tener un cómplice o ayudante secundario, pero el peso importante debe reposar sobre un solo par de hombros: la indignación del lector debe ser concentrada sobre una única naturaleza negra.
13. Las sociedades secretas, mafias, etc no tienen sitio en una historia policíaca. Un asesinato fascinante y realmente hermoso es arruinado irremediablemente por cualquier culpabilidad compartida. En una novela policíaca, al asesino se le debe tratar con deportividad; pero es ir demasiado lejos proporcionarle una sociedad secreta en la que se pueda refugiar. Ningún criminal con clase que se respete aceptaría tales ventajas.
14. El método del asesinato, y los medios para detectarlo, deben ser racionales y científicos. Esto es, la seudociencia y los instrumentos puramente imaginativos y especulativos no han de ser tolerados en el roman policier. En el momento en que un autor incurre en los terrenos de la fantasía a la manera de Julio Verne, se aparta de los caminos de la acción policíaca, adentrándose en los vastos dominios de la aventura.
15. La verdad debe estar continuamente a la vista, para que la astucia del lector pueda llegar a detectarla. Con esto quiero decir que si el lector, después de conocer la explicación del crimen, vuelve a leer el libro, verá que la solución estaba, en cierto sentido, delante de sus ojos, que todas las pistas señalaban realmente al culpable, y que, si hubiera sido tan listo como el detective, podría haber resuelto el misterio por sí solo sin tener que llegar al último capítulo. No hace falta decir que el lector inteligente resuelve a menudo el problema.
16. Una novela policíaca no debe contener largos pasajes descriptivos, ni profusión de adornos literarios, ni trabajados análisis de caracteres, ni preocupaciones «atmosféricas». Estas cosas no tienen lugar en un relato de crimen y deducción. Entorpecen la acción e introducen aspectos irrelevantes para el propósito principal, que es presentar un problema, analizarlo y ¡levarlo con éxito a una conclusión. Para estar seguros, debe haber las descripciones y dibujo de personajes justos para darle a la novela una verosimilitud.
17. Un delincuente profesional nunca debe cargar con la culpa en una novela policíaca. Los crímenes cometidos por ladrones y bandidos son asunto de los departamentos de policía, no de los autores y brillantes detectives aficionados. Un crimen realmente fascinante es el cometido por un sacerdote o un caballero famoso por sus actos de caridad.
18. En una novela policíaca, el crimen no debe resultar nunca un accidente o un suicidio. Finalizar la odisea de una investigación con tal anticlímax es burlarse de la confianza del lector.
19. Los móviles de todos los crímenes en las novelas policíacas deben ser personales. Los complots internacionales y las políticas de guerra pertenecen a una categoría diferente de ficción -a las historias de espionaje, por ejemplo-. Pero una historia criminal debe mantenerse en la esfera de lo cotidiano, debe reflejar las experiencias habituales del lector, y darle una cierta salida a sus propios deseos y emociones reprimidos.
20. Y (para darle a mi credo unas puntualizaciones finales) incluyo una lista de algunos trucos en los que ningún escritor de historias policíacas que se precie se permitirá caer. Han sido empleados y resultan familiares a todos los verdaderos amantes de la literatura criminal. Usarlos es una confesión de ineptitud y falta de originalidad por parte del autor:
  • a) Determinar la identidad del culpable comparando la colilla dejada en el lugar del crimen con la marca fumada por un sospechoso.
  • b) La falsa sesión espiritista para asustar al culpable y forzar su confesión.
  • c) Falsas huellas dactilares.
  • d) La coartada de la figura simulada.
  • e) El perro que no ladra y con ello revela el hecho de que el asesino es familiar.
  • f) La acusación final contra un gemelo o un pariente que se parece exactamente a la persona sospechosa, pero inocente.
  • g) La jeringa hipodérmica con droga somnífera.
  • h) El crimen en una habitación cerrada por dentro.
  • i) El test de asociación de palabras para descubrir al culpable.
  • j) La carta en clave que es desentrañada por el detective.

S.S. Van Dyne - Septiembre de 1928

lunes, 3 de septiembre de 2007

El coleccionista de huesos - Jeffery Deaver


"Lincoln Rhyme, uno de los principales criminalistas forenses del mundo, está paralítico del cuello para abajo, por lo que vive atado a su cama. Cuando planea suicidarse recibe la llamada de un antiguo compañero: enterrada en una vía de tren del West Side neoyorquino se ha encontrado la mano de un hombre que cogió un taxi del que nunca saldría... su conductor era 'el coleccionista de huesos'. Sólo Rhyme puede descifrar las pistas que va dejando este inteligentísimo psicópata. La oficial de policía Amelia Sachs será sus brazos y sus piernas en una frenética y apasionante carrera para detener el horror."


Vaya por delante comentar que Jeffery Deaver es siempre un autor entretenido pero que muy pocas veces roza lo brillante, más bien por falta de recursos que por falta de talento literario. Se puede decir con toda justicia que su mejor hallazgo es la creación de un personaje atípico como lo es el criminalista Lincoln Rhyme, cuya primera novela es la que nos ocupa. Rhyme es una personalidad científica, de intelecto superdotado, egocéntrico y frío como un pescado pero también es un hombre atormentado, que vive en el infierno de una parálisis completa a excepción de la cabeza y un dedo. En "El coleccionista de huesos", el comienzo de un periplo que ya alcanza varias novelas, Rhyme contacta con una asociación pro-eutanasia para poner fin a su frustrante existencia. Sin embargo, una extraña serie de asesinatos merced a los cuales la policía le pide asesoramiento provocarán que aplace su voluntaria sentencia de muerte.

Como no puede desempeñarse por sí mismo, Rhyme utiliza la ayuda de una atractiva oficial de policía, Amelia Sachs, -también acosada por sus propios demonios personales- que se encargará de recoger pruebas en los escenarios del crimen, siendo estas escenas las más interesantes de la novela.

A partir de ahí, Deaver desarrolla una trepidante historia de las que no dejan respiro hasta el interesante final y que una vez más demuestra la maestría con la que el autor desarrolla las escenas de acción y persecución, 100% cinematográficas, sin dejar de lado otras secuencias mucho más introspectivas en las que Rhyme se debate entre el deseo de morir, provocado por su situación y el de vivir, estimulado por la propia investigación que está llevando a cabo. Hacia la última parte de la novela, esta contraposición cobrará una especial importancia al estar íntimamente relacionada con el caso.

Una historia de Jeffery Deaver siempre garantiza un rato muy entretenido y "El coleccionista de huesos" no defrauda en ese sentido. Quizás donde más flojea el autor es en la reiteración de situaciones, no sólo a lo largo de varias de sus obras sino también dentro de las mismas novelas. También chirría a veces el personaje de Amelia Sachs, una "impresionante pelirroja", ex-modelo de ropa interior, experta en armas de fuego y coches veloces; en resumen, parece un estereotipo de la revista FHM. En otros tramos de la novela también se nos desvela como una mujer más compleja de lo que parece a simple vista, pero sospecho que recursos como los que endosarle una artritis o manías autodestructivas no son más que un intento del escritor para rectificar la imagen casi de heroína de cómic que presenta al inicio.

Flojea Deaver asimismo en los diálogos, que no son malos, sino irregulares y aunque "El coleccionista de huesos" detenta un loable trabajo de documentación, a veces el afán de Deaver por explicar todo lo que ha estudiado sobre un tema lastra la acción de forma innecesaria e incluso resulta irritante.

Para terminar, me gustaría indicar la importante presencia de los secundarios que acompañarán a Rhyme y Sachs durante toda la serie hasta "La carta nº 12", última novela publicada: sobre todo el sufrido Thom, enfermero del criminalista; los detectives Lon Sellitto y Fred Dellray y también algunos personajes relacionados con una novela en concreto que reaparecen más tarde, a modo de cameo.

DATOS DEL LIBRO
TÍTULO: "EL COLECCIONISTA DE HUESOS"
AUTOR: JEFFERY DEAVER
EDITORIAL: SUMA DE LETRAS
AÑO: 1997
PUNTUACIÓN DE "LA TELARAÑA DE HIELO" *** (TRES DISPAROS)